lunes, 25 de abril de 2011

REFLEXIONES POST-CONGRESO

Tres asuntos me llamaron la atención del Sexto Congreso del Partido.

En primer lugar, la aprobación de un documento modificado en más de un 60% en relación al original. No se ha publicado esa nueva versión, por lo que no es posible hacer un análisis de la misma, pero indiscutiblemente la agenda de cambio propuesta en el documento original era insuficiente para un país que no logra estabilizar su crecimiento económico, que está padeciendo de escasez de financiamiento producto del estrangulamiento de su sector externo, particularmente en el renglón de los bienes y de importantes retrocesos en los sectores productivos, que sufre de una descapitalización de la infraestructura física y tecnológica y de un estancamiento y envejecimiento de la población. Un país en esas condiciones no puede garantizar su crecimiento y desarrollo con simples actualizaciones del modelo de acumulación cuya mira es solo alcanzar una mayor eficiencia de la actividad centralizadora del Estado. Lo que se necesita es un nuevo modelo donde se replantee seriamente el papel del Estado y el mercado en la economía.

El segundo asunto fue la elección de las estructuras de dirección del partido. Se había planteado que esa tarea se dejaría para la Conferencia del Partido a celebrarse el 28 de enero del próximo año, quizás como una señal de que las distintas tendencias al interior de la élite política no habían llegado a un consenso de quienes integrarían las máximas instancias del poder. Posiblemente la sorpresiva renuncia de Fidel a la posición de Primer Secretario del Partido a pocas semanas de comenzar el congreso (aunque la colocó retroactivamente al 2006) sirvió para destrabar el impasse, imponiendo a los representantes del inmovilismo en posiciones que les permita gardear a los sectores empecinados en desideologizar la economía. Y esto nos lleva al tercer asunto de interés:

El abrumador control del Buró Político y del Secretariado del Comité Central por parte de la vieja guardia. Nunca pensé que el liderazgo histórico se retiraría en masa, pero albergaba la esperanza de que las máximas instancias del partido (léase Buró Político y Secretariado) se abrieran en mayor número a nuevos rostros, nuevas mentalidades. Lamentablemente no fue así. No es de esperar, por tanto, que esos dirigentes históricos, comprometidos hasta el tuétano con el fracaso del modelo económico, estén dispuestos a llevar los cambios a los límites que el país necesita, y ofrecerán resistencia a todo intento que sea percibido como un abandono de los principios que animó el proyecto revolucionario o que pongan en peligro su proyecto de poder. Y mientras en la cúspide se produzcan esos forcejeos off the record, el país continuará languideciendo.