lunes, 22 de diciembre de 2014

SIGNIFICADO DE UNA DECISION HISTORICA

Con el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas y el inicio de negociaciones entre Cuba y los Estados Unidos para la normalización de los vínculos entre ambos países se ha dado el primer paso para la eliminación del último vestigio de la Guerra Fría en el hemisferio occidental. Ha sido la respuesta a una creciente tendencia a favor del fin del embargo que cobró fuerza dentro de la sociedad norteamericana en los últimos cuatro años y a la que se sumaron recientemente prominentes figuras de la política como Hillary Clinton e influyentes medios como el New York Times.

Además de controversial, esta decisión tiene varias implicaciones que pueden diferir en dependencia de los actores involucrados directa o indirectamente en la misma.

No es descartable que para Cuba fue una decisión motivada por la necesidad de buscar un sólido espacio económico externo donde garantizar los recursos que el país necesita para su funcionamiento, ante la pérdida de dinamismo que ha tenido su economía en los últimos seis años, la incapacidad de cubrir sus propias necesidades como la alimentaria y frente a la incertidumbre de no seguir contando con el apoyo de Venezuela por el continuo deterioro económico que ese país ha estado confrontando, que se agrava con la caída de los precios del petróleo en el mercado mundial.

Además, la búsqueda en el norte de ese espacio económico podría provocar una reorientación de sus relaciones económicas externas ya que las posibilidades y cercanía que brinda la economía norteamericana podría implicar, en el mediano y largo plazo, la vinculación estrecha con el que fue su mercado natural durante la primera mitad del Siglo XX en detrimento de otros mercados con los cuales Cuba sostiene intercambios.

Otra posible implicación es la influencia positiva que los vínculos con los Estados Unidos pueden ejercer en el emergente sector privado de la isla al ponerlos en contacto con una cultura empresarial caracterizada por la alta eficiencia, además de que ayudará a dinamizar el ambiente de negocios en Cuba.

Para los Estados Unidos la decisión puede tener motivaciones de carácter doméstico y exterior, pero es ante todo un reconocimiento del fracaso de una política que fue incapaz de provocar los cambios democráticos que se aspiraba y de la necesidad de adoptar una posición más pragmática que trate de alcanzar los mismos objetivos a través de la influencia que se derivarían de los contactos entre las sociedades civiles de ambos lados del Estrecho de la Florida.

Para Puerto Rico es el momento de comenzar a explorar con premura y objetividad la realidad cubana, porque a pesar de las dificultades económicas por la que está atravesando Cuba, hay fortalezas y oportunidades sectoriales de beneficios mutuos, como son en los sectores de la banca y finanza, farmacéutica y biotecnología, construcción, turismo, servicios profesionales, comercio minorista, entre otros.

Al margen de los temores que existen por la posible reorientación de las inversiones norteamericanas hacia Cuba o el desvío de turistas que se podría producir, las oportunidades de negocios que se abren para el empresario puertorriqueño son mayores porque las economías de la Mayor de las Antillas y Puerto Rico son más complementarias que competitivas.
 
El camino hacia la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos no será fácil ni lineal, porque ambos tienen que resolver diferencias acumuladas por más de 50 años de confrontación, porque hay que ver como se dará la dinámica entre el Congreso y la Casa Blanca en torno al levantamiento del embargo, pero es un proceso que no tiene vuelta atrás, por lo que es necesario continuar monitoreando y evaluando con detenimiento los futuros resultados que se vayan produciendo y tomar las acciones correspondientes para capitalizar los mismos en función de lograr una efectiva relación económica y de negocios entre Puerto Rico y Cuba.

 Gerardo González Núñez