Con
el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas y el inicio de
negociaciones entre Cuba y los Estados Unidos para la normalización de los
vínculos entre ambos países se ha dado el primer paso para la eliminación del
último vestigio de la Guerra Fría en el hemisferio occidental. Ha sido la
respuesta a una creciente tendencia a favor del fin del embargo que cobró
fuerza dentro de la sociedad norteamericana en los últimos cuatro años y a la
que se sumaron recientemente prominentes figuras de la política como Hillary
Clinton e influyentes medios como el New York Times.
Además
de controversial, esta decisión tiene varias implicaciones que pueden diferir en
dependencia de los actores involucrados directa o indirectamente en la misma.
No
es descartable que para Cuba fue una decisión motivada por la necesidad de
buscar un sólido espacio económico externo donde garantizar los recursos que el
país necesita para su funcionamiento, ante la pérdida de dinamismo que ha
tenido su economía en los últimos seis años, la incapacidad de cubrir sus
propias necesidades como la alimentaria y frente a la incertidumbre de no
seguir contando con el apoyo de Venezuela por el continuo deterioro económico
que ese país ha estado confrontando, que se agrava con la caída de los precios
del petróleo en el mercado mundial.
Además,
la búsqueda en el norte de ese espacio económico podría provocar una
reorientación de sus relaciones económicas externas ya que las posibilidades y
cercanía que brinda la economía norteamericana podría implicar, en el mediano y
largo plazo, la vinculación estrecha con el que fue su mercado natural durante
la primera mitad del Siglo XX en detrimento de otros mercados con los cuales
Cuba sostiene intercambios.
Otra
posible implicación es la influencia positiva que los vínculos con los Estados
Unidos pueden ejercer en el emergente sector privado de la isla al ponerlos en
contacto con una cultura empresarial caracterizada por la alta eficiencia,
además de que ayudará a dinamizar el ambiente de negocios en Cuba.
Para
los Estados Unidos la decisión puede tener motivaciones de carácter doméstico y
exterior, pero es ante todo un reconocimiento del fracaso de una política que
fue incapaz de provocar los cambios democráticos que se aspiraba y de la necesidad
de adoptar una posición más pragmática que trate de alcanzar los mismos
objetivos a través de la influencia que se derivarían de los contactos entre las
sociedades civiles de ambos lados del Estrecho de la Florida.
Para
Puerto Rico es el momento de comenzar a explorar con premura y objetividad la
realidad cubana, porque a pesar de las dificultades económicas por la que
está atravesando Cuba, hay fortalezas y oportunidades sectoriales de beneficios
mutuos, como son en los sectores de la banca y finanza, farmacéutica y
biotecnología, construcción, turismo, servicios profesionales, comercio
minorista, entre otros.
Al margen de los temores que existen por la
posible reorientación de las inversiones norteamericanas hacia Cuba o el desvío
de turistas que se podría producir, las oportunidades de negocios que se abren
para el empresario puertorriqueño son mayores porque las economías de la Mayor
de las Antillas y Puerto Rico son más complementarias que competitivas.
El camino hacia la normalización de las relaciones
entre Cuba y Estados Unidos no será fácil ni lineal, porque ambos tienen que
resolver diferencias acumuladas por más de 50 años de confrontación, porque hay que
ver como se dará la dinámica entre el Congreso y la Casa Blanca en torno al levantamiento
del embargo, pero es un proceso que no tiene vuelta atrás, por lo que es
necesario continuar monitoreando y evaluando con detenimiento los futuros resultados
que se vayan produciendo y tomar las acciones correspondientes para capitalizar
los mismos en función de lograr una efectiva relación económica y de negocios
entre Puerto Rico y Cuba.