lunes, 6 de febrero de 2012

CRONICAS DE UN VIAJE A CUBA (TERCERA PARTE)

Disfruto de la misma pasión que la mayoría de los cubanos: la pasión por la pelota. Y siendo consecuente con ella, me fui hasta el estadio Latinoamericano a ver un juego del equipo que he seguido históricamente: los Industriales. Los Industriales, por ser uno de los equipos que representa la capital y el máximo ganador de torneos nacionales, levanta sentimientos encontrados en la población cubana: para los habaneros es el equipo a amar, para el resto de la isla, es el equipo a derrotar. Es algo así como el equivalente cubano de los Yankees de New York.

El furor que levanta los Industriales en la capital es indescriptible. Por eso es comprensible la apoteosis vivida en la ciudad hace dos años cuando el equipo se llevó el cetro nacional, contra todos los pronósticos, y la tristeza el año pasado cuando el equipo ni tan siquiera clasificó para los play off.

Y esa fanaticada y su fanatismo por el equipo azul los encontré renovados en mi viaje a la isla. Los encontré en la peña beisbolera que se forma cada día en el Parque Central y donde, por cierto, se mantienen bien informados de las faenas de los cubanos que juegan en las Grandes Ligas. Los encontré también en el estadio, donde pude apreciar una importante presencia femenina exteriorizando entusiasmo y energía a la par del resto del público por cada buena jugada de un jugador industrialista. Pero el más elocuente ejemplo del vibrante apego a los Leones de la Capital (así se denomina al equipo Industriales) lo vi en un edificio de viviendas ubicado detrás del jardín izquierdo que lo pintaron con los colores y el logotipo del equipo.

Me agradó mucho ver a un estadio Latinoamericano muy bien mantenido, con una actividad comercial similar a la que encuentras en las calles de La Habana y con room service, lo cual te permite ahora comer y beber sin tener que abandonar tu asiento. También me agradó ver una estatua con la figura de Armandito el Tintorero colocada en el sitio donde siempre se sentaba, a manera de un homenaje permanente a ese industrialista de pura sepa que iba a cada juego a arengar a su equipo y que arrastraba a todo el estadio detrás de sus vítores y gritos.

Pero el fanatismo tiene también sus manifestaciones negativas y pude observar como elementos del público la emprendían contra los jugadores contrarios con insultos y burlas, que nada aporta a la pasión y belleza del juego. Son manifestaciones que expresan importantes lagunas en la educación formal y social de sectores del pueblo capitalino.

Pero lamentablemente, esas actitudes no son productos solamente de las exaltaciones que levanta un juego de pelota. Las pude ver en otras facetas de la vida cotidiana del habanero: en las guaguas, cuando vi a varias personas no pagar el pasaje y cuando el conductor les llamaba la atención respondían virulentamente o en las calles cuando vi a varios hombres caminar sin camisa, como si estuvieran en la playa, o cuando fui testigo del sacrificio y limpieza de un lechón en medio de una calle del Vedado, entre otros ejemplos.

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