viernes, 2 de mayo de 2014

LA HABANA Y “EL INTERIOR”

La Habana siempre fue una ciudad elegante, majestuosa, dinámica, con un gran inventario de joyas de la ingeniería y la arquitectura, como el túnel que pasa por debajo del río Almendares y el que une La Habana Vieja con el pueblo de Regla, el Malecón, el Paseo del Prado, el Capitolio, el Teatro García Lorca, el antiguo Palacio Presidencial, el Cementerio, entre otros. Es una ciudad que despierta pasiones opuestas en los habitantes de esa otra parte de Cuba que los propios habaneros llamamos “el interior”.

Sin embargo, de esa majestuosidad quedan solo vestigios por el nivel de deterioro de la infraestructura física urbanística: edificaciones que no se pintan desde hace 20, 30 años o más, algunas de ellas apuntaladas con serios peligros de derrumbe, calles y aceras en pésimo estado, incluso, hay zonas en que las aceras desaparecieron, áreas sin alumbrado que incursionar por ellas implica un serio peligro de accidente al poder caer en un hueco donde antes había pavimento; basura acumulada en las esquinas con una fuerte fetidez evidencia de que el recogido de esos desechos es irregular. Pero lo más triste es ver el deterioro de la conciencia social al observar personas que no pagan el pasaje de las guaguas, hombres que caminan sin camisa por las principales avenidas como si estuvieran en la playa, personas que arrojan todo tipo de basura donde mejor le plazca. He visto una capital arrabalizada, víctima del abandono por políticas económicas cuestionables y por la falta de amor de sus habitantes por su ciudad sobre todo el de las nuevas generaciones.
Pero no toda La Habana está en ese estado. Hay oasis de limpieza, mantenimiento y revitalización, como por ejemplo, la zona de 12 y 23 en el Vedado, la Rampa (el downtown de la ciudad), Miramar, el casco histórico de La Habana Vieja, el Malecón y la zona del puerto. La prioridad que se le está dando a estas dos últimas áreas ha sido el resultado del nuevo papel del Puerto del Mariel, que al convertirse en el principal punto de entrada y salida de mercancías por vía marítima, deja a la bahía de La Habana y su entorno terrestre lista para ser una zona de turismo y recreación. Y las obras para ese propósito ya arrancaron bajo la tutela del historiador de la ciudad, Eusebio Leal, y la empresa Habaguanex.

El Malecón se está sometiendo a un proceso de revitalización que incluye el muro, su acera y las edificaciones que están colindantes. Es posible observar edificios de vivienda en la zona totalmente reconstruidos y otros convertidos en galerías de arte, cafeterías o restaurantes, con diseños y opciones atractivas. El Malecón es la arteria vial que desemboca en el puerto que también está cambiando su fisonomía. Pude apreciar como ya se han desmantelado algunos almacenes y otro lo convirtieron en un centro de producción y degustación de cerveza artesanal. Todo este esfuerzo por revitalizar el área de la bahía es parte del interés por consolidar a la capital como uno de los destinos turísticos más importantes de la isla y que viene acompañado de la reconstrucción de hoteles y la inclusión de otros servicios turísticos como el recorrido panorámico alrededor de la ciudad con ómnibus de dos pisos, tal y como se hace en otras ciudades turísticas del mundo.
Pensaba que si La Habana estaba en un marcado estado de deterioro a pesar de contar con más recursos por ser la capital, por tener gran dinamismo económico, por ser el centro del poder político, por haber sido el escenario del maleconazo en agosto de 1993 o cualquier otra razón adicional, la situación en las otras provincias sería peor. Pero no fue así. Ciertamente observé niveles de deterioro en Villa Clara y Las Tunas, pero a la vez aprecié señales de prosperidad en Santic Spiritus, Holguín y Bayamo.

Bayamo en toda su extensión es un ejemplo de ciudad ordenada, limpia, funcional. No vi aceras destruidas ni calles en pésimo estado. No vi ningún vestigio de basura, porque el municipio se encarga de recogerla sin falta todos los días y porque la población se preocupa también de mantener limpia su ciudad. Se percibe también una apreciable actividad económica.
El gobierno municipal tiene una ordenanza que convirtió al casco histórico en una zona peatonal y evita que todo vehículo circule por el mismo. Incluso, las personas en bicicletas tienen que desmontarse y atravesar dicha zona a pie. Los medios de transporte turísticos son los únicos que están autorizados a entrar al casco solo para dejar y recoger a los turistas. Esto es un ejemplo de la preocupación del gobierno local por garantizar un adecuado ordenamiento urbano y de protección del legado histórico de la ciudad constituido por edificaciones que algunas de ellas datan del siglo XIX.

¿Por qué si Bayamo está afectada por los mismo problemas de escasez de recursos y políticas nacionales centralizadoras que sufre La Habana y el resto del país puede exhibir resultados más positivos?. En mi opinión, la diferencia la establece la calidad de la gestión del gobierno local. El gobierno de Bayamo, con el apoyo de las autoridades provinciales, ha demostrado ser más creativo y emprendedor que el de la capital o el de sus municipios.
Algunos en Cuba trataron de justificar el deterioro de La Habana por el hecho de que es una gran urbe donde viven más de 2 millones de habitantes y que siempre es más difícil administrar una ciudad de esa magnitud que otra como la misma Bayamo. Pero no comulgo con el argumento del determinismo demográfico.

Una ciudad con la envergadura de La Habana requiere, por lo tanto, de un nivel de creatividad, compromiso y habilidad administrativa mucho mayor que aparentemente ha faltado en los dirigentes que han pasado por allá. Es cierto que en un contexto de escaza autonomía local es muy difícil ser eficaz en la gestión de gobierno, pero el ejemplo de Bayamo demostró que aún con ese obstáculo hay espacio para brindarle una mejor calidad de vida a la población de su territorio.

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